Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Diciembre 1983)

Ayer la noche. Hoy la esperanza

Revista nº10 (Cliquee para ver/descargar)CUANDO LA NOCHE LLEGA A SU FIN…

“Por larga que sea la noche, indefectiblemente llega el amanecer”.

Esta sabiduría de la naturaleza que el Papa Juan Pablo II aplicaba hace dos años como inyección de esperanza al hablar sobre el respeto de los derechos humanos en la conflictuada sociedad contemporánea, parecieran haber estado especialmente referidas a la particular situación argentina.

Los argentinos hemos padecido a la más inhumana y cruel violación de los derechos humanos. No fue la demencia irracional de un poder omnímodo. Se trató de un plan perfectamente delineado y concebido a sangre fría por un poder militar que resignando las banderas sanmartinianas se prestó al crimen para servir a los intereses económicos de la oligarquía nativa, que no tuvo ni tiene escrúpulos para hipotecar el país bajo la férula de los monopolios multinacionales, justamente porque carecen de patria y nación.

Los 30.000 desaparecidos y los miles y miles de muertos, torturados, perseguidos y detenidos en la Argentina de hoy, han resultado como la culminación de un espiral histórico de violencia implementado por las minorías oligárquicas. Fue primero el exterminio de la raza indígena bajo el pretexto de la colonización. Fue después la represión violenta contra el gaucho que no quiso someterse a las pretensiones del centralismo portuario amante del país chico de la pampa húmeda. Fue también la persecución a mansalva de los indios ejecutada por los artífices de esa generación del 80, miles de hechos que el pueblo argentino ha debido soportar cada vez que intentó conquistar o preservar sus derechos sociales y políticos, desde los fusilamientos en los basurales de León Suárez hasta el cuerpo tendido de Dalmiro Flores en Plaza de Mayo, por sólo hablar de la historia reciente.

Siempre se buscó una justificación para el crimen. Si antes se trató de “conquistar y colonizar”, después fue la “defensa de la civilización occidental y cristiana”. Y cuando las minorías del privilegio no pudieron contar con el respaldo moral de una Iglesia que por fidelidad a Cristo reafirmó su opción por los pobres, entonces los ideólogos del becerro de oro elaboraron la perversa doctrina de la seguridad nacional, que el Episcopado Latinoamericano condenó en Puebla.

La noche fue larga para todos los argentinos amantes de la verdad, de la justicia y de la libertad. Y hoy lloramos a nuestros muertos, lloramos la postergación y la miseria a que han sido llevados nuestros hermanos más necesitados. Y lloramos también el atraso de una Nación que por sus riquezas potenciales debiera brindar bienestar y justicia social a todos sus habitantes.

Pero nuestro llanto no es desesperanzado. Es el llanto natural del dolor por lo perdido. Pero animado siempre por la esperanza de la resurrección.

RENACE LA ESPERANZA

Vivimos como pueblo los albores de un nuevo amanecer. Despunta la democracia como el inicio de un largo día de sol y primavera.

Pero la democracia no es proclama. Es preciso construirla en base a realidades que hagan efectiva la participación del pueblo. Porque –los argentinos bien lo sabemos–, bajo el escudo de “salvar la democracia” hemos tenido que soportar el avasallamiento de la soberanía popular y también los sinsabores de la especulación electoral o la traición a las expectativas despertadas.

El día de la democracia ha llegado. Y es compromiso de todos sumar a los esfuerzos desde las diferentes opciones políticas para defenderla, fortalecerla y hacerla auténtica.

Los Obispos argentinos han dicho que no hay democracia sin justicia social. Y esto implica sobre todo para los cristianos un compromiso militante en la causa de la justicia para revertir el daño infligido a las mayorías nacionales. Hay que reparar los derechos sociales de los niños y los ancianos. Hay que recuperar las fuentes de trabajo, los salarios dignos y las obras sociales. Hay que hacer efectiva la libertad de pensamiento y acción. Hay que erradicar definitivamente el analfabetismo y la deserción escolar, en una palabra, hay que restituir la dignidad a todos los argentinos.

Desde el minúsculo aporte que podemos ofrecer con TIEMPO LATINOAMERICANO, queremos sumar nuestro compromiso en la defensa de esa democracia con justicia social, y con todos los hechos positivos que hacen a su consolidación.

Por eso rescatamos la voz de quienes desde la fe han asumido, junto a todos los hombres de buena voluntad, un compromiso activo en la defensa de los derechos humanos en nuestro país (págs.4, 14 y 15) y en otras partes del mundo (págs.11 y 16).

Y también queremos destacar el testimonio silencioso de quienes buscan cimentar la democracia mediante la formación de la niñez y la juventud (págs.8, 9, 10) o a través de una tarea liberadora en la promoción social de los indígenas (págs.20 y 21).

Porque como toda realidad, con sus puntos negros y blancos, queremos ser denuncia del crimen y difusores de esas luces que van anunciando el despertar de una nueva Nación.

La Noche ha terminado. Construyamos el día.

Equipo Responsable