Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Julio 1984)

UNA FE ADULTA Y COMPROMETIDA

Revista nº12 (Cliquee para ver/descargar)“La Iglesia ha de discernir acerca de su acción liberadora o salvífica desde la perspectiva del pueblo y de sus intereses.”
(Declaración de San Miguel– P.P. –Episcopado Argentino– 11969)

Al traer a nuestra memoria el Magisterio de los Obispos, que en 1969, definían las responsabilidades pastorales de la Iglesia en Argentina, queremos subrayar los ejes dominantes de una misión encomendada por Jesucristo a todos los que asumiendo su Palabra hemos comprometido, desde el bautismo, la vida en la causa de la justicia, la fraternidad y el amor, que es la causa del Evangelio.

Hoy queremos ser consecuentes con ello a impulsos de ese Espíritu que en Pentecostés animó a los Apóstoles a desafiar las adversidades para testimoniar el Mensaje liberador de Jesucristo, y a congregarse en aquellas comunidades de oración y acción que sería el fermento y el signo generador de los hombres nuevos destinados a crear también nuevas relaciones humanas de fraternidad, en la sociedad.

“Todos los que habían creído se reunían y tenían en común todas las cosas. Vendían sus propiedades y sus bienes y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno…
Así que no había entre ellos ningún necesitado. Y con fervor los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús”. (Hechos, 2, 44-45 y 4, 33-34).

Una historia de casi dos mil años testifica esta presencia de los cristianos, con sus luces y sombras, tal como lo han recordado los Obispos en Puebla.

La visión profética de Juan XXIII le hizo decir en 1962 que era necesario desempolvar el rostro de la Iglesia del peso de los siglos, para que volviese a ser un fiel reflejo de Cristo.

Y el calor de esa nueva presencia del Espíritu, las distintas comunidades se dejaron llevar por el soplo renovador, tratando de resolver el eterno conflicto que le plantea su naturaleza entre la libertad creadora del Espíritu y las ataduras que le vienen de los condicionamientos históricos en las estructuras.

El Concilio Vaticano II revalorizó la definición teológica de la Iglesia como PUEBLO DE DIOS, destacando la responsabilidad de todos y cada uno de los bautizados. En el marco de una fe adulta y comprometida, se fortaleció así el rol de los laicos en la Iglesia y como Iglesia.

Y si la Iglesia –como enseñan los Obispos– “ha de discernir su acción liberadora o salvífica desde la perspectiva del Pueblo y sus intereses”, nuestro servicio como laicos y el de toda la Comunidad cristiana necesariamente debe estar inserto en las difíciles situaciones que aún siguen soportando las mayorías nacionales, para desde allí aportar a las transformaciones necesarias.

Fue el testimonio de muchos cristianos que en momentos cruciales no trepidan en jugar hasta la última gota de sangre, como en los casos del Padre Mugica o de Wenceslao Pedernera, a quienes recordamos en nuestras páginas. Y es también el testimonio de las comunidades de bases, que siguen brotando hoy al soplo del Espíritu como nuevo fermento revitalizador de la Iglesia en la ineludible misión de ser la levadura y la sal capaz de transformar y sazonar las relaciones humanas en la sociedad.

Que el Espíritu de Dios, que hizo posible la creación de la vida, anime y vivifique hoy nuestro compromiso para que podamos ser artífices de la re-creación y fervientes defensores de la vida.

Equipo Responsable