Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Septiembre 1984)

UNA JUVENTUD PROFÉTICA

Revista nº13 (Cliquee para ver/descargar)“La juventud y los pobres son los profetas de una sociedad. No tienen nada que perder, ni siquiera tienen el derecho de hablar. Ellos son la protesta y marcan a una sociedad diciendo a los gritos o silenciosamente que algo no anda en la sociedad. Dice: ¡Quiero esto y sueña con el futuro mejor. Entonces aparecemos los hombres ‘prudentes’ que calculamos todo y que terminamos comerciando incluso al pobre y al joven… A la juventud le gritan ‘locos, utópicos’ cuando quiere cambiar algo. Entonces lod ilustrados y serios armamos un tinglado en nombre de la paz y de la justicia. Esto así no anda”.
(Mons. Enrique Angelleli).

En esta primavera de la democracia, mientras seguimos caminando en la búsqueda de la justicia, la verdad y la auténtica paz, asistimos también al despertar de una nueva generación de jóvenes que anhelan concretar sus aspiraciones de protagonismo.

La proliferación de grupos juveniles de inspiración religiosa, ecuménica, vecinal o gremial, organizados por motivaciones específicas para aportar desde su puesto de lucha a la reconstrucción nacional, señala hoy un fenómeno que necesita destacarse para comprender una parcialidad de la situación en que vivimos luego de los años de represión. Por una parte revela el florecimiento de un retoño que no pudo ser ahogado con tantos años de censura y de marginamiento. Esto es lo positivo y lo que hoy queremos rescatar frente a otro dato de la realidad juvenil que lamentablemente llevamos los argentinos como pesada herencia del “proceso”, constituyendo una amenaza para el futuro de un pueblo que ha querido ser debilitado en sus energías juveniles mediante la invasión de la “pavada”, con elementos alienadores como el “pool”, la droga y otras “yerbas”…

Entre ambos polos de esta realidad está también la porción de juventud con militancia política, cuyo número no resulta significativo en relación a la masa juvenil existente en el país. Y este tercer dato también requiere una reflexión adulta, que rompa los temores de la vieja dirigencia a ser invadidos por la savia joven de una generación que va despertando al patriotismo, no quiere quedarse con los brazos cruzados, y por eso busca abrir los cauces de una participación institucionalizada de las juventudes políticas en la escena nacional. Es más bien la necesidad de un país que necesita renovarse y abandonar tantos lastres para salir de la pendiente a la que lo han llevado los intereses mezquinos y oportunistas.

Celebramos en esta primavera el resurgimiento de una nueva juventud profética, llamada a cubrir el vacío generacional producido por la muerte, la desaparición o el miedo impuesto por el terror.

Esta juventud ha ahondado los valores de la justicia y la paz. Y rompiendo el velo del oscurantismo a que fue sometida, reflexiona hoy sobre la historia reciente rescatando de ella todo lo positivo y aprendiendo también de los errores. Un signo de madurez que deberá aquilatarse para asumir responsabilidades que esta sociedad de adultos no logra encausar.

Mientras tanto, con el bagaje característico de toda juventud, cargada de ideales inconformistas los jóvenes de hoy transitan por elocuentes testimonios de protagonismo, reflejados en el aporte, desde los grupos juveniles misioneros o parroquiales, a la transformación de situaciones injustas, como ocurre ya en barrios periféricos de nuestra ciudad; bregando por plasmar un servicio que beneficie a los sectores marginados, con en el caso de jóvenes profesionales que quieren devolver al pueblo la formación recibida; o impulsando desde el campo del estudio formas de organización y búsqueda que restituyan el contenido de una Universidad puesta al servicio del pueblo.

Son simplemente tres testimonios de una realidad que es mucho más abarcadora. Pero bastan para señalar la dinámica de una porción de la juventud en esta Argentina del 84, que emerge de la catástrofe.

Se trata de una juventud esperanzada, que quiere creer, pero que también palpa frustraciones, vislumbra engaños y no está dispuesta a jugar un papel pasivo en la sociedad porque sabe que el futuro en gran parte se juega con su acción presente.

Es una juventud abierta al diálogo, llena de inquietudes; pero también legítimamente desconfiada, que no acepta “buzones”, ni quiere ser utilizada. Que se entrega generosamente y no está dispuesta a seguir postergada, aún a riesgo de que una vez más se le rotule ignominiosamente en el burdo intento por descalificar su presencia protagónica en la realidad argentina.

Con estos gestos de servicio y compromiso los jóvenes de hoy asumen la actitud profética de señalar descarnadamente, que hay muchas cosas que no andan y necesitan cambiarse para construir nuevas relaciones de fraternidad en una Argentina más humana y más justa. Se trata en definitiva de una nueva generación profética, que cuestiona, que denuncia, que reflexiona pero fundamentalmente que actúa para revertir situaciones de injusticia; y que al decir de Mons. Angelelli, los adultos muchas veces terminamos comerciando bajo el tinglado de la prudencia y de la paz.

Equipo Responsable