Revista
Tiempo Latinoamericano

   ES      EN      PO

Editorial (Diciembre 1984)

LAS ALFORJAS PARA EL NIÑO POBRE

Revista nº14 (Cliquee para ver/descargar)La Celebración de la Navidad, cada año, es también una convocatoria a la reflexión y al análisis de todo lo actuado para evaluar, corregir y avanzar con todo ese bagaje enriquecedor como hombres y como pueblo. Este imprescindible balance que los argentinos haremos en este primer año de democracia, también queremos hacerlo nosotros, un poco hacia adentro, como TIEMPO LATINOAMERICANO, para revisar o reafirmar objetivos, marcar deficiencias y señalar logros.

Se nos impone como una obligación para con la comunidad, a la que nos debemos, aunque por el momento parezca una distracción a temas más cruciales o trascendentales que preocupan o animan a la comunidad argentina. Y es así porque llevamos ya un largo camino recorrido.

Hace más de dos años, cuando el destino de los argentinos se mostraba todavía incierto, víctima de la prepotencia, el terror y la explotación, un grupo de laicos nos propusimos remover las cenizas de un cristianismo adormecido, rompiendo con el inmovilismo y las complicidades que, producto del miedo o la especulación mezquina, posibilitó todo tipo de atropellos a la dignidad humana.

“Con un oído puesto al Evangelio y el otro en el pueblo”, sentimos la responsabilidad de llenar un vacío enorme dejado por la represión y la muerte, que se llevó a muchos de los nuestros. No se trataba de reeditar experiencias pasadas, simplemente porque la historia no se repite. Necesitábamos imaginar respuestas nuevas a diferentes situaciones para hacer vigente la presencia transformadora del Evangelio en la realidad social que nos toca vivir, rescatando sí el testimonio de entrega y servicio de muchos hermanos, que nosotros no en forma caprichosa hemos sintetizado elocuentemente en nuestro querido “Pelado” Angelelli.

Muchos de nosotros, que protagonizamos aquella rica experiencia de la década pasada, con sus aciertos y sus errores, y sobrevivimos a la larga noche del genocidio creímos una obligación de fidelidad para con el Evangelio y con el testimonio de tantos hermanos que cayeron en el camino, ofrecer una herramienta capaz de aportar a las nuevas expectativas emergentes de las diversas y complejas situaciones que se nos planteaban a los argentinos y a los cristianos, hace dos años atrás.

Alentados por Puebla, en aquella Argentina de fines del 82, muchos cristianos dispersos o aislados, buscaban encontrarse para reflexionar, orar y retomar fuerzas que permitiera explicitar el compromiso de una evangelización liberadora, inherente a la misma fe de Jesucristo.

Así nació TIEMPO LATINOAMERICANO. Como lugar de encuentro. Sin medios económicos. Con la colaboración y el esfuerzo de muchas voluntades que en estos dos años han restado horas al descanso, a la siesta cordobesa y también a muchas obligaciones personales o familiares. No lo lamentamos porque siempre lo entendimos como un deber de militantes y un compromiso de fe. Pero señalamos para despejar las consabidas suspicacias que siempre buscan castrar todo intento creativo. Y agradecemos en este sentido la solidaridad y el apoyo de tantas voluntades amigas y desconocidas de Córdoba, del país y de distintos lugares de la patria latinoamericana. Queremos destacar también el aliento de numerosos Obispos y Pastores, así como el reconocimiento de amigos nuevos ganados en esta tarea de un periodismo de Mensaje y Testimonio.

A dos años de aquellos primeros pasos, el balance tiene una abultada alforja de satisfacciones, y también, como es natural el peso de dificultades y sinsabores, propios de toda marcha humana.

Hubiésemos querido una presencia más continuada y frecuente en cada hogar argentino, porque somos conscientes de la expectativa generada. Razones fundamentalmente de tipo económico, no desconocidos para cualquier hombre de pueblo, nos han impedido, una aparición más regular, ampliando a la vez el radio de difusión para llegar hasta el último rincón argentino y latinoamericano.

Compensando esta situación, que de últimas no es más que otra forma de compartir las penurias de las mayorías populares en una realidad que no logra plasmar la justicia social, creemos necesario abrir esas alforjas de satisfacciones y logros, más difíciles quizás de percibir y mensurar, pero seguramente mucho más fructíferas, en la mediad que son la cimiente de la sociedad nueva, más humana y más justa, que queremos y por la que luchamos.

– Hemos servido de nexo para los más variados y distantes grupos cristianos que vienen trabajando silenciosamente por aportar su granito en la transformación social.

– Hemos aportado a la transmisión de experiencias valiosa de trabajo comunitario en la promoción social y de organización popular que por lo general no encuentran páginas disponibles en los medios de comunicación animados por el lucro o la conveniencia.

– Hemos denunciado situaciones lacerantes de injusticias y violaciones a los derechos humanos, como una forma de contribuir a desterrar definitivamente los lastres sociales que niegan la Vida.

– Y lo que creemos más positivo de todo: Hemos ofrecido a esa nueva juventud inquieta, que despierta al compromiso, una respuesta y un canal para encauzar iniciativas, coordinar esfuerzos e intercambiar experiencias. Y hemos también posibilitado el encuentro y la comunión de muchos hermanos, que, abatidos o desilusionados ayer por las adversidades de los últimos años, lograron recobrar fuerzas para reemprender el camino de un cristianismo comprometido con la suerte de los oprimidos, reavivando sus esperanzas en las posibilidades de transformación de las realidades injustas que nos oprimen.

Nos queda la satisfacción de haber sido útiles a la causa del pueblo, que es la causa de Dios, porque es la búsqueda de una sociedad fraterna, sin desigualdades, sin temores y con el reinado pleno de la justicia, la libertad y la paz.

Hemos renunciado expresamente al sensacionalismo como fácil recurso para la promoción comercial o como interesado instrumento para la división. Optamos por una línea de trabajo asentada en los testimonios positivos de compromiso con los marginados, predilectos del Evangelio. Por eso hemos evitado la polémica estéril y desgastadora, aun habiendo sido víctimas de ataques arteros, de difamaciones y de motes descalificatorios que hemos dejado pasar, concienzudamente, porque entendemos que nada bueno se construye sobre los endebles cimientos del egoísmo, el odio y la mentira. ¡Allá ellos con sus preocupaciones estrechas que sólo sirven para distraer la mirada y los esfuerzos, a una realidad todavía dolorosa en la que los cristianos no podemos estar ausentes si queremos cumplir acabadamente nuestra misión de Iglesia encomendada por Jesucristo, de “sal”, “luz” y “levadura”.

Nosotros seguiremos en lo positivo, en lo que construye. Con la vista puesta en el supremo objetivo tantas veces señalado en nuestras páginas de servicio evangélico para acompañar la lucha del pueblo por su liberación.

Como prueba de ello brindamos hoy, junto a las páginas de este número, el anhelo de un 85 reafirmado en la esperanza que cada Navidad revive en nosotros por obra de un Dios que por amor asume plenamente nuestra realidad humana, para desde allí posibilitar la reconstrucción de los lazos fraternales y solidarios que dignifica la vida de los hombres y de los pueblos.

Por esto y por todo lo bueno que hemos recogido en este primer año de democracia nos animamos a expresar un “Feliz Navidad”, que encierra también las aspiraciones que como pueblo todavía esperamos concretar mientras caminamos en la construcción del reino de Dios.

Este es nuestro pequeño aporte. Este es nuestra pobre ofrenda. Estas son las exiguas alforjas que abrimos ante la humanidad de un Dios hecho niño y pobre, para crecer desde el fango y hacer brillar la estrella de la paz.

Equipo Responsable