Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Abril 1985)

ADIÓS A LA NOCHE

Revista nº16 (Cliquee para ver/descargar)“Uds. Son la luz del mundo… No se enciende una lámpara para ponerla debajo de la mesa, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Que la luz de Uds. brille ante los hombres a través de las buenas obras”. (Mateo 5, 14-16)
“Tengan en cuenta el momento que vivimos. La noche está avanzada. El día se avecina. Despojémonos pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz”. (Romanos 13, 11-12)

Fue la posguerra en un país de Europa.

Miles de personas llenaban el gigantesco estadio. El silencio era imponente. De pronto, se apagaron las luces y las tinieblas lo invadieron todo. No se veía absolutamente nada. Había desaparecido el escenario, las gradas del anfiteatro, apenas se insinuaban las sombras de quienes estaban más cercanos.

Y en medio del silencio, una voz de orden llegó desde los altoparlantes:

Encienda cada uno su antorcha!

Y poco a poco fue volviendo la luz, como brotando del fondo de la esperanza. Porque la oscuridad se había hecho insoportable.

La suma de miles de antorchas dieron la luz total y de nuevo las personas, los hermanos, aparecieron cada uno con su fisonomía, cada uno con su luz al servicio del conjunto. Y la misma voz del parlante trajo a los presentes la reflexión:

– El mundo tendría un poco más de luz si los cristianos encendiéramos nuestra antorcha…

– “Recibe el cirio encendido…

Recibimos un día la luz en presencia de nuestros padres y padrinos. No teníamos uso de razón pero ya empezábamos a transitar los caminos de la fe y de un naciente compromiso llevados de la mano de nuestros mayores, representantes de una Comunidad de hermanos, la gran familia de los hijos de Dios. Entrábamos por el bautismo a formar parte de un sacerdocio santo. Nuestra obligación, a partir de ese momento era clara: consagrar y llevar a Dios la creación de la cual formábamos parte. Asumíamos desde ese momento, en unión con todos los hombres de buena voluntad, la responsabilidad de aceptarnos como sujetos protagónicos de la historia, en un compromiso de luz con la verdad, la justicia y el amor.

Y un día llega la noche, donde la vida cede su lugar a la supervivencia. Las tinieblas del egoísmo parecen invadirlo todo, hasta borrar el rostro del hermano. Tenemos miedo, un miedo espantoso y nos guardamos.

En nuestra casa, en nuestro silencio. Llega la noche con su fuerza tremenda y su viento huracanado de injusticias apaga nuestra humilde antorcha fabricada sin aceite, solo un cucurucho arrugado de papel. Y nos quedamos en tinieblas. Desaparece totalmente el hermano. No vemos o no queremos ver nada. Laicos, sacerdotes y Obispos caen en la noche por querer mantener su antorcha encendida. Otros, también Iglesia de Cristo, depositarios de la misma luz, somos demasiados prudentes y nos convertimos en cómplices de la tiniebla más atroz. Y se hace tremenda la “deuda interna” de los cristianos. Bastará recorrer la realidad argentina y cordobesa para deducir que en más de una oportunidad hemos sido y somos “testigos” de la noche. Una Argentina con el 6,1 de analfabetismo y una Córdoba con más de 130.000 analfabetos, es sin duda alguna, un trágico signo de esa noche que tarda en acabar y que los cristianos debemos alumbrar, si somos consecuentes en nuestro compromiso con el Evangelio y con el Pueblo.

Y en cada Pascua, vuelve a renacer la esperanza. Amanece el día con un tibio sol de democracia, donde el terror cede su lugar a la fe, donde el individualismo más anticristiano aprende de la solidaridad a transitar los caminos de la vida.

Nuestra Iglesia Cordobesa también quiere incorporarse a esta vida y se revista. Es un Sínodo importantísimo donde deberá escuchar con humildad lo que el Espíritu le pide desde los hermanos y le exige presencia de la luz en una sociedad enferma de consumismo y de miedo, ese miedo que nos deja la noche.

La Pascua, nos invita en hermoso grito de esperanza a renovar nuestro compromiso con la vida, con la luz.

Hemos recibido la luz y de ella deberemos responder algún día delante de Dios, quien nos pedirá cuenta de nuestro empeño por hacer un mundo mejor, de nuestro coraje por jugarnos con el hermano más desprotegido y de nuestra verdad dicha sin miedo, hasta el martirio.

Porque es más positivo encender una luz que maldecir la oscuridad.

Equipo Responsable