Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Noviembre 1985)

NI ÁRBOL DE LA MISERIA, NI BOSQUE DE LA DEPENDENCIA

Revista nº20 (Cliquee para ver/descargar)“Los laicos se sienten capacitados no rehúyan ocupar puestos de responsabilidad, con verdadero espíritu de servicio, abordando el difícil campo de las opciones posibles en el quehacer social, educacional y político para vivir la consigna evangélica del ser sal, luz y levadura en las estructuras temporales” (Episcopado Argentino - 1981).

La voz de los Obispos argentinos, pronunciaba hace cuatro años cuando los argentinos avanzábamos en la recuperación de la participación política, se actualiza cada vez que somos convocados a ejercer los derechos ciudadanos a través del voto. Esta ha sido parte de la realidad de los últimos meses.

En aquella oportunidad la declaración del Episcopado significó un acicate para todos los cristianos no rehuir una responsabilidad ciudadana, que va también más allá del voto y que los hombres de fe debemos asumir sin medias tintas si queremos ser fieles al mandato evangélico de ser sal, luz y fermento en las transformaciones sociales que la realidad argentina nos plantea en cada momento histórico.

A dos años de aquella apertura democrática nuevos interrogantes se nos plantean como pueblo. Los argentinos estamos empeñados en profundizar un proceso de protagonismo popular que permita la plena recuperación de la dignidad nacional sometida por años, a los dictados de los grandes centros imperiales del poder y del dinero. Y también la recuperación de la dignidad social pisoteada por lacras que aún subsisten y que necesitan de un compromiso eficaz y cotidiano para concretar las aspiraciones de justicia, libertad y paz de las mayorías nacionales.

En un clima enrarecido por quienes a través del terror y la violencia no se resignan a la realidad histórica de un pueblo que a pesar de tantos atropellos hoy está dispuesto a profundizar el camino democrático para hacer efectiva la participación popular, todos los argentinos, pero de una manera especial los cristianos, somos convocados al análisis de la realidad para descubrir cuáles son las trabas estructurales que frenan el destino soberano de todo un pueblo.

Como aporte a esta urgente tarea, hemos centrado la reflexión y los testimonios de este mes en la dimensión social y política de la fe. En este marco, y respondiendo a una necesidad concreta de diversas comunidades cristianas, hemos asumido la propuesta de realizar el primer encuentro de Cristianos por la Participación Política para la Liberación, que nos posibilitará un debate profundo y ajustado a nuestra realidad concreta, en la búsqueda de instrumentos eficaces que operen todos los cambios necesarios.

Hoy la Argentina, los cristianos al igual que en otras latitudes latinoamericanas, nos sentimos urgidos por una dramática realidad social que tiende a agudizarse en la media que no se implementan políticas que ataquen las causas más hondas de la marginación y la injusticia.

El empobrecimiento general, agudizado en los recientes años dictatoriales, ha llevado a que, en aras de plasmar la opción por los pobres, una buena parte de los cristianos deseosos de efectivizar la perspectiva social de su fe, se hayan lanzado en múltiples y diversos trabajos de promoción social y acción comunitaria.

Sin embargo a poco de andar estos mismos grupos cristianos experimentan los “cuellos de botella” que les plantean los “círculos viciosos de la miseria” y los conducen a un análisis más profundo, que posibilita a su vez el crecimiento en conciencia, tanto de quienes realizan esa acción dese fuera” como de quienes padecen en carne propia la realidad de la marginación.

Es cuando “la acción de la Iglesia no es solamente orientada hacia el Pueblo, sino también, y principalmente, desde el Pueblo mismo” (Episcopado Argentino - 1969), y ser parte, no de una mentalidad de “beneficencia”, sino en una real actitud de servicio, el árbol de la miseria, lejos de impedir que se vea el bosque de la dependencia, contribuye a que partiendo de esa realidad concreta y cotidiana se avance en la búsqueda por abrir un horizonte de Justicia y Libertad, sin árboles y sin bosques que dificulten la marcha de los pueblos en la recuperación de su dignidad humana.

En este proceso surge necesariamente el planteo del poder “político”, al que no pocas veces los cristianos rehuimos, escudados en la tergiversación de la acción política, que los mismos sectores del privilegio han convertido en “cosa sucia”, vaciándole su auténtico contenido de “servicio a la comunidad”, para restringirla a la llamada “clase dirigente”, el eufemismo que esconde el concepto elitista y oligárquico de la política, que no por casualidad ha impregnado las estamentos de nuestra cultura.

No es fácil ni simple el imperativo de la hora. Y los laicos, como Iglesia militante, no podemos caer en la cómoda actitud de que “a la política la hagan los otros”. Una exigencia de servicio a los demás nos obliga a comprometernos seria y solidariamente, junto a tantos otros que trabajan y buscan la nueva sociedad, fraterna y justa, sin las irritantes desigualdades que despiertan la ira de los pueblos y de Dios.

Equipo Responsable