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Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Mayo 1986)

PENTECOSTÉS. EL ESPÍRITU QUE TRANSFORMA Y DESTIERRA LOS MIEDOS

Revista nº23 (Cliquee para ver/descargar)“El día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar. De pronto, se oyó un ruido que venía del cielo, semejante a un fuerte viento que se hizo sentir en toda la casa donde se encontraban… Todos quedaron llenos del Espíritu Santo” (Hechos de los Apóstoles, 2, 1-4).

La fuerza del mismo Espíritu que dio vida a la naciente comunidad de los primeros cristianos, nos sacude hoy para que desterrados los miedos y temores salgamos a la calle a testimoniar nuestra fe liberadora con el mismo vigor, convicción y valentía que animó a los apóstoles.

“Viendo la valentía con que hablaban Pedro y Juan y sabiendo que eran hombres sin instrucción y cultura, estaban maravillados”.
“Otros decían burlándose: Están todos borrachos”.

Este Espíritu vivificante y transformador ha comenzado ya a expresarse en los múltiples esfuerzos que se vienen realizando, muchas veces en forma desperdigada y silenciosa, para fortalecer una presencia de Iglesia junto al Pueblo. Nuestras páginas siguen rescatando estos testimonios porque en ellos encontramos modos concretos de una vivencia encarnada de la fe en Cristo Resucitado.

En Córdoba, nuevos vientos se hacen sentir en una Iglesia que busca revisarse para responder con fidelidad a las necesidades de los hombres. La Asamblea del X Sínodo Arquidiocesano a la libre acción del Espíritu que “sopla donde quiere y cuando quiere”.

Porque se necesita una Iglesia fiel a su misión, servidora de los hombres; signo vivo de fraternidad, comprometida con los pobres –los predilectos de Jesús–, es que parroquias, comunidades, grupos juveniles han sumado su esfuerzo esperanzado para que el Sínodo no quede en una mera formalidad, sino que por el contrario esté abierto al “paso del Señor” y al “soplo del Espíritu” para que podamos realmente caminar juntos hacia un rostro más auténtico de Iglesia, como comunidad de fe, esperanza y amor. Una Iglesia que viene germinando ya en diversas latitudes del país y de Latinoamérica compartiendo las angustias y las esperanzas de los hombres y de los pueblos que luchan por su liberación.

Alentadas por el espíritu de fidelidad al Evangelio y al Pueblo, son cada vez más las comunidades que sienten la necesidad de compartir la reflexión y coordinar su acción, como una manera de romper el aislamiento y fortalecerse mutuamente para ser un signo transformador de la sociedad, al igual que las primitivas comunidades cristianas.

“Nadie consideraba sus bienes como propios, sino que todo era común entre ellos… Ninguno padecía necesidades, porque todos los que poseían tierras o casas las vendían, y ponían el dinero a disposición de los apóstoles, para que distribuyera a cada uno según sus necesidades” (Hechos, 4, 32-34).

Desde distintas latitudes del país nos ha llegado en estos meses de inquietud de avanzar hacia una integración, comunicación y coordinación a nivel nacional que nos permita asumir con serenidad el mandato evangélico de ser “fermento” en una sociedad que arrastra graves falencias, ante las cuales los cristianos debemos sumar nuestro compromiso para que las aspiraciones de las mayorías marginadas no se vean frustradas una vez más.

Rehuir esta responsabilidad es traicionar al Evangelio, negar nuestra fe en la resurrección y ser cómplices de una situación de pecado estructural, que perdura y se agrava a más de quince años de haber sido denunciada por el Episcopado Argentino.

Dos temas de actualidad que hemos incluido en este mismo número señalan concretamente dos responsabilidades del momento.

– El intolerable flagelo de la desocupación, que en nuestro país como y en Latinoamérica alcanza cifras alarmantes, nos exige un compromiso eficaz y activo para revertir las causas que la provocan. El reciente Documento del Vaticano ha vuelto a señalar la urgencia de “un esfuerzo efectivo que mire a resolver el dramático problema del desempleo”, porque “El hecho de que éste mantenga en una situación de marginación a amplios sectores de la población, y principalmente a la juventud, es algo intolerable” (LCyL 85).

– La “absolución” de los genocidas que acaba de ordenarse desde el Ministerio de Defensa mediante lo que los mismos jueces han calificado como “una monstruosidad jurídica” requiere también de nuestra parte el ejercicio de la denuncia profética porque no sólo se está ante la negación de la justicia, sino que se sientan las bases para un nuevo atentado a la estabilidad democrática, en la medida que desde el más alto poder político se pretende dejar impunes los crímenes más aberrantes de la historia contemporánea. “Que la sociedad gire su mirada hacia el futuro”, como ha fundamentado el Presidente de la Nación en su mensaje del 1º de Mayo, sin haber aplicado el peso de la ley a todos los que no trepidaron en burlarla durante más de siete años, es dejar abierto un tumor infeccioso en el cuerpo social de nuestra patria que puede extender su mal hasta ahogar la vida misma de libertad y justicia, que los argentinos amantes de la paz, buscamos consolidar y profundizar.

“Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espíritu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5, 32).

“…Y no cesaban de enseñar y de anunciar la Buena Noticia de Cristo Jesús” (Hechos 5, 42).

Equipo Responsable