Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Septiembre 1986)

LA RESPONSABILIDAD CIUDADANA DESDE UNA FE ADULTA

Revista nº26 (Cliquee para ver/descargar)Mirar la realidad “con un oído puesto en el Evangelio y otro en el pueblo” implica siempre estar atentos a todas las vicisitudes que vivimos, analizando los problemas, buscando las soluciones y aportando constructivamente a plasmar una nueva sociedad, donde el interés supremo esté puesto en el destino de los hombres, como personas y como pueblo.

Los cristianos tenemos ante la realidad concreta una responsabilidad ineludible, que deriva de nuestro compromiso bautismal, confirmado en el Espíritu de Dios y renovado en cada Pascua del Señor Resucitado.

Como Iglesia debemos asumir la obligación de ser signo de instrumento eficaz de las transformaciones que exige la construcción de relaciones fraternales y justas entre los hombres.

Y esta responsabilidad es preciso ejercer la con criterio adulto. Una adultez en la fe que requiere una reflexión seria de las diversas problemáticas que nos plantea la realidad de hoy.

Más de una vez reclamamos no ser tratados como niños; pero cuando se nos pide una palabra, la esquivamos derivando nuestras responsabilidades. Nos pasa como ciudadanos y también como cristianos.

Hemos asumido el desafío de hacer nuestro aporte porque queremos una Argentina para todos y una Iglesia fiel y servidora.

En esta primavera del 86 dos temas concentran nuestra atención.

El primero, JUVENTUD Y SOCIEDAD.

Porque a tres años de democracia conviene escuchar a los jóvenes para auscultar las respuestas que la sociedad argentina les ha brindado. Concretamente ¿cuáles han sido los horizontes participativos que se les ha abierto a nivel político, gremial, estudiantil, etc... ?

También a nivel eclesial la juventud reclama una respuesta postergada Porque a un año del masivo Encuentro Nacional de la Juventud, cuáles han sido las realizaciones concretas para dar cauce a tantas esperanzas depositadas?

Queremos hacernos eco de la voz de los jóvenes. La de aquellos que van encauzando sus ansias de participación –y la demostraron, entre otras oportunidades, en el rol activo asumido en los actos celebratorios del martirio de Mons. Angelelli–; y también la de esa otra porción –quizás todavía la más numerosa–, que una vez más ve frustradas sus aspiraciones de realización en el trabajo, en el estudio, en el quehacer social y político e incluso religioso.

Sería riesgoso no sólo para la sociedad argentino, sino también para la Iglesia, que una nueva cuota de frustraciones y engaños experimentara nuestra juventud...

El segundo tema: IGLESIA YDIVORCIO

No desconocemos que para muchos se trata de un tema difícil, polémico y hasta “intocable”. Pero su trascendencia en estos meses nos ha planteado la necesidad de ofrecer también un aporte. Porque creemos en el diálogo responsable y constructivo. Y porque es también un signo de la madurez que proclamamos y reclamamos...

Lo abordamos cuando ya los representantes del pueblo han dicho su palabra, despejando por lo tanto toda especulación subalterna. Porque más que en el juego de una compulsa donde otros intereses subyacen, nuestra intención es ofrecer ópticas diversas que enriquezcan y profundicen los criterios de reflexión, también entre los cristianos.

Sin duda que ha sido éste una de los temas dominantes. No porque el pueblo lo haya vivido como tal, sino porque en su tratamiento han salido a la luz una serie de elementos colaterales que le han dado connotaciones políticas de bastante importancia, y hasta preocupantes, para la realidad democrática que vivimos, en un juego de poderes en el que lamentablemente el pueblo sigue siendo espectador, y peor aún, utilizado en sus fibras más íntimas y queridas.

Porque nos interesa la verdadera unión de la familia, –rescatando su valor más hondo que es el amor, fuente a su vez de una relación fraterna y justa entre los hombres–, nos abrimos a un debate en el que es preciso delimitar conceptos y realidades, para no apelar a falsas contradicciones que en vez de acercar la Buena Noticia a los hombres, sirven para generar nuevas fuentes de marginaciones humanas; escondiendo por otra parte interses o proyectos que lejos de centrar su preocupación en el hombre y sus realidades, se sirven de sus sentimientos para mantener estructuras de poder y privilegio que ofenden el corazón de nuestro pueblo y resultan atentatorias para la integridad y unión de la familia.

Sin pretender un panorama global, ni siquiera un tratamiento integral, hemos querido abordar el tema del divorcio proponiendo algunas reflexiones que también surgen desde el seno de la Iglesia, y que sumadas a muchas otras podrán hacernos crecer en nuestra fe y en nuestro compromiso, desbrozando lo circunstancial para centrar nuestras miradas y nuestra acción en un servicio eficaz a la causa del pueblo.

Así lo exige una fe adulta y nuestra responsabilidad ciudadana.

Equipo Responsable