Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Enero-Abril 1990)

ESPÍRITU DE LUCHA Y FORTALEZA

Revista nº40 (Cliquee para ver/descargar)“El Espíritu del Señor está sobre mí. El me ha ungido para traer la Buena Nueva a los pobres”. (Lc. 4, 18)

La caída de los “ídolos”, el derrumbamiento de sus pedestales, la destrucción de los “clanes”, el fin de muchos abusos de poder. El destape de la corrupción en el más alto nivel de la sociedad parecieran asemejarse al gran ruido de la piedra del sepulcro que quiere dejar atrás los signos de la muerte y su podredumbre para renacer a una vida diferente, resucitada, con nuevos valores, en un proyecto que satisfaga la vida del pueblo.

Es recién el inicio, producto también de un aprendizaje democrático, con un protagonismo del pueblo que sabe buscar sus canales de expresión si no los encuentra suficientemente en los estamentos institucionales, como lo demuestran las “marchas en silencio”.

El espíritu de Pentecostés que animó el compromiso de lucha de aquellos primeros Apóstoles, hombres de pueblo que se sintieron impulsados a construir un proyecto nuevo, basado en la justicia y la fraternidad, es el mismo Espíritu que impulsa a nuestro pueblo en la búsqueda de la nueva vida, de nuevas formas de organización, para hacer realidad una sociedad diferente.

El debate en este sentido va instalándose cada vez más. Y es bueno no tenerle miedo. El espíritu de Pentecostés también nos anima a la creatividad para que afloren a la superficie todas las potencialidades y valores de nuestro pueblo.

El período pre-electoral que vivimos debe servirnos no sólo para cuestionar las tantas cosas que andan mal, sino también y fundamentalmente, para ahondar en las raíces de nuestros problemas e imaginar nuevas formas… de hacer política, de hacer cultura, de hacer economía, de construir ideología, de vivir nuestra fe…

Sin tantos temores y pruritos… como los Apóstoles de Jesucristo.

Con audacia y valentía… como tantos Testigos del Evangelio !.

La nueva esperanza para los pobres de América latina, que se ha expresado como “iavalas” (torrentes en desbordamiento), en la pequeña y marginada República de Haití, surge a 500 años de explotación y miseria en nuestra América como signo y símbolo de esa sociedad nueva que debemos construir, desde nuestras raíces culturales, recuperando la memoria de nuestros pueblos atropellados por la colonización y dominados por la valoración imperial.

Sólo lo haremos si nos decidimos a meternos, a no dejar que nuestro destino siga manejado por otros. Será posible si seguimos creciendo en organización, si logramos que todos participemos en las decisiones que hacen a una mayor felicidad y justicia. Porque fortaleciendo la Sociedad civil, mediante el protagonismo de las Organizaciones populares, iremos generando los mecanismos para contrapesar nuestros intereses a los de los grupos de poder económico que hoy nos imponen sus planes de ajuste y las más denigrantes condiciones de vida.

El Espíritu de Pentecostés terminó con el miedo y el encierro de los Apóstoles. La “ráfaga de viento impetuoso que llenó toda la casa” (Hch. 2, 2), los impulsó a proclamar con valor el proyecto de Jesús.

Enviados como testigos de Jesucristo no podemos negarnos a construir la nueva sociedad contenida en su proyecto. No aceptar esta responsabilidad es pecar contra el Espíritu. Y “el pecado contra el Espíritu no será perdonado” (Mt. 12,32).

El Espíritu de lucha y de fortaleza, de ciencia y de sabiduría que se nos renueva en este Pentecostés es la presencia de Dios que nos envía para que le pongamos el hombro, las piernas, las manos, la cabeza y el corazón a los esfuerzos que realiza nuestro pueblo para que termine la podredumbre de una sociedad corrompida y resucite la justicia, la dignidad y el amor, capaces de garantizar la vida para todos.

En este sentido van los aportes que les ofrecemos en las páginas de esta edición.

Equipo Responsable
TIEMPO LATINOAMERICANO