Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Octubre 1991)

A CASI 500 AÑOS DE RESISTENCIA

Revista nº41 (Cliquee para ver/descargar)El nuevo “pacto colonial”, a casi 500 años de aquella llegada extranjera a estas tierras, señala la voluntad imperial de imponer un nuevo modelo de dominación política, económica, cultural, ideológica y religiosa.

Al calor del derrumbe del modelo soviético, aparece con más fuerza el predominio de la hipocresía neoliberal, bajo el manto de las democracias controladas.

Culminando ya el proceso de las dictaduras militares que asolaron los países de América Latina destruyendo, de las más variadas formas, todo tipo de organización popular, los paladines de la doctrina Monroe han incrementado su invasión en los destinos de nuestros pueblos, alentando diversas formas de penetrar los procesos democráticos, fundamentalmente a través del predominio del poder económico en la actividad política de nuestros países.

De este modo, no resulta extraño que poderosas cadenas de televisión montan gigantescas campañas electorales suficientes para influir sobre la opinión pública y condicionar los resultados electorales asegurándose el control político del Estado, que de este modo se convierte en el instrumento de las políticas económicas de ajuste, destinadas a los pueblos de Latinoamérica.

Tampoco escandaliza ya a nuestra tradicional conciencia antiimperialista la directa intromisión de los embajadores norteamericanos en las políticas internas de nuestros países.

El Octubre de las carabelas de nuestra infancia, se aparece hoy como una nueva invasión de relumbrantes piratas que quieren consumar el despojo de nuestra América, estableciendo un nuevo tipo de esclavitud.

Ni siquiera pueden tolerar que nuestra pobre hermana República de Haití intente un nuevo camino de esperanza de la mano del P. Titid Aristide. La hipócrita solución, lograda por los “guardianes” de la libertad de hoy de Latinoamérica, señala bien a las claras que pueden aceptar y alentar democracias en nuestros países, siempre y cuando estas respondan a los intereses del poder económico, y no se transformen por la fuerza de la participación popular en instrumentos de justicia y auténtica libertad para la mayoría empobrecidas de nuestros pueblos.

Los resultados de esta política de la libertad de empresa y de mercado ya están a la vista: se acrecienta el número de los desocupados, aumentan los porcentajes poblacionales que son hundidos cada vez más en la miseria.

Pretenden convencernos que los perennes valores evangélicos de justicia social o solidaridad son “recuerdos nostálgicos”, cosas del pasado, que deben ceder lugar a la modernidad de las demandas que sacrificialmente exige el dios del Mercado.

También desde algunas perspectivas religiosas se busca fundamentar la adecuación al juego de los grandes intereses económicos. Y se predica –en una nueva alianza de la cruz, esta vez con el dólar– un inviable e inexistente capitalismo “bueno”, en supuesta contraposición al “salvaje”, como si desconociéramos la perversidad del dios Dinero, y cuando deberíamos imaginar y recrear –desde nuestra fe cristiana– formas nuevas de organización de la sociedad, capaces de garantizar la vida para todos, si es que realmente estamos convencidos que la utopía del Reino de Dios es posible plasmarla en la realidad que nos toca vivir.

En 5 siglos no ha podido ser borrado, aún con los múltiples genocidios, el sustrato cultural de nuestros pueblos, porque resulta imposible anular las energías primordiales que pujan por revitalizar la vida, la libertad, la fraternidad, la solidaridad, la justicia, el amor, la paz, la sacrificada historia de resistencia al despojo, nos interpela y nos convoca a no resignar nuestro presente y nuestro futuro, por más adversas que sea la situación actual.

Las mismas energías primordiales que llevan al pueblo de Haití a reclamar la restitución del P. Aristide en el poder o que impulsan al pueblo de San Nicolás y de Sierra Grande a resistir el desmantelamiento de Somisa e Hipasam. Esas energías primordiales, la fuerza del espíritu, que alientan cada paso de resistencia a las políticas de ajuste, y van dando valor para vencer el miedo, para no encerrarse n la salida individual, para fortalecer la solidaridad, para organizarse mejor, para reflexionar y tomar conciencia, a la luz de la larga historia de resistencia, de que necesitamos construir caminos eficaces de liberación.

Son casi 500 años de dominación económica, política, cultural, ideológica y religiosa. Pero son también 500 años de resistencia que señalan el camino que debemos seguir abriendo.

Imaginando modelos económicos alternativos, formas concretas de protagonismo político y recreando sustentos ideológicos asentados en la tradición socio-cultural y religiosa de nuestro pueblo.

A 15 años del martirio de Mons. Angelelli y de tantos otros hermanos y hermanas de Argentina, nos sentimos impelidos a no bajar los brazos.

Más bien se trata de levantarlos, estrechándolos, uniendo nuestras manos para formar el cordón humano capaz de ser una verdadera valla de contención al despojo y avasallamiento que nos viene de los beneficiarios del nuevo orden internacional y de los sirvientes que encuentran en cada uno de nuestros países.

Equipo responsable
Tiempo Latinoamericano