Revista
Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Julio de 1995)

No puedo predicar la resignación...

Revista nº51 (Cliquee para ver/descargar)No puedo predicar la resignación... Yo me siento feliz de vivir en la época en que vivo.
Mons. Angelelli

Cuando escribimos estas líneas todavía estamos agitados por las movilizaciones que durante días prolongados y hasta meses, nos han mantenido en las calles de Córdoba, al igual que muchos otros trabajadores de las provincias argentinas, que no se resignan a ser ajustadas, porque quieren vivir en dignidad.

El pensamiento de Mons. Angelelli elegido este año para presidir la conmemoración del 19 Aniversario de su Martirio, une dos momentos de la historia de nuestro pueblo, en el camino por conquistar mayores espacios de libertad y de justicia.

Sentirse feliz de vivir la época que se vive es plantar la bandera de la esperanza en medio de los conflictos y las dificultades que sufrimos como trabajadores. Pero más todavía para quienes son expulsados día a día a la tribuna de los desocupados. Tener en cuenta la enseñanza de nuestro mártir riojano implica mirar los acontecimientos –por más adversos que se presenten– con el optimismo propio de quien tiene la decisión de jugar un activo protagonismo en la sociedad, convencido de las urgencias y posibilidades de transformación, sintiendo y palpitando las potencialidades presentes en el seno de nuestro pueblo.

No predicar la resignación es tener clara conciencia de la misión evangélica de anunciar buenas noticias a los pobres, que hacen a la defensa de la vida y su dignidad. Y reconocer también que en el devenir histórico, el poder establecido ha sabido manipular los estamentos jerárquicos de la Iglesia, haciéndole jugar el rol de tranquilizante social y adormecedor de conciencias. Al asumir este mensaje contra la resignación, sellada con la sangre del martirio, es el desafío y el compromiso que se nos plantea desde la fe en un proyecto de vida que tiene la misión de construir la comunidad fraterna.

El IV Encuentro de Reflexión Mons. Angelelli –que nos reunirá desde el 31 de julio hasta el 4 de agosto–, será una semana celebrativa para abrirnos a los aires nuevos, que nos fortifiquen en estos tiempos de crisis. Esa fuerza del Espíritu –esencialmente Comunidad– que nos envía y empuja a salir de nuestros confortables guetos, para arriesgarnos en la calle, como miembros de un pueblo que sigue caminando en la búsqueda de nuevos horizontes. Es la fuerza capaz de hacerse sentir hasta ver la caída de los ídolos construidos en el barro de la soberbia y la corrupción. Y es también el vendaval que arrasa con nuestras mezquindades, miedos y temores al compromiso.

Cuando el discurso dominante decreta el fin de la historia congelándola en este salvaje modelo neoliberal, desde el fondo de las provincias, los pobres, trabajadores, desocupados, estudiantes, indígenas; mujeres y hombres de nuestro pueblo siguen avanzando por las calles de las ciudades, diciendo que existe otra historia, esa que se escribe a veces hasta con la sangre como la del obrero norteño Víctor Choque, caído bajo las balas policiales en el extremo sur del país. Que también es capaz de obligar la renuncia de un Gobernador, como sucedió en Córdoba, luego de las movilizaciones de los empleados estatales, maestros y jubilados.

Destacar estas nuevas páginas de la otra historia no es para autoconvencernos de una marcha triunfal, sino simplemente para señalar los rayos de luz, que con otros, que llegan desde las experiencias de trabajo comunitario y de los esfuerzos de organización y capacitación, van iluminando el camino en medio de los obstáculos que nos imponen los poderosos.

En este mes de Julio, en que los argentinos celebramos la decisión de un grupo de patriotas reunidos en Tucumán, hace 179 años, de iniciar el camino hacia la Independencia, nos sentimos convocados a seguir escribiendo esa otra historia, mientras nos aproximamos al Año del Jubileo, que como en los tiempos bíblicos, será anunciador del perdón de nuestras deudas y la liberación de las ataduras que nos esclavizan como personas y como pueblo, para hacer realidad las estrofas de nuestro Himno Nacional:

Libertad, Libertad, Libertad
Oíd el ruido de rotas cadenas,
Ved en trono a la noble igualdad…!

Desde el lugar de los santos –que viven en el corazón de nuestro pueblo–, Mons. Angelelli, Wenceslao Pedernera, Carlos Murias y Gabriel Longeville, nos acompañan con su canto, ahora junto a nuestro querido Tito Layún, Mons. De Nevares y el P. Galli, que experimentaron la transfiguración en estos meses.

Equipo Tiempo Latinoamericano