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Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Julio de 2001)

La memoria de los mártires

Revista nº68 (Cliquee para ver/descargar)“El agua es para todos, la tierra es para todos, el pan es para todos.
Yo sé que esto puede afectar algunos intereses…”
(Mons. Enrique Angelelli, Setiembre de 1969)

A 25 años del asesinato del obispo de La Rioja, Enrique Angelelli, levantamos su memoria junto a la de los mártires laicos, sacerdotes y religiosas de Argentina.

Cada vez más las comunidades cristianas asumen aquella dolorosa realidad para sustentar el compromiso que exige el momento actual.

La vida de la comunidad de los creyentes, la Iglesia, se sustenta en la memoria de un torturado y crucificado. No porque Jesús Haya buscado el martirio: “Si es posible que pase de mí este cáliz”. Sino como resultado del conflicto que su proyecto de fraternidad y justicia generó en la sociedad.

Rescatamos la memoria de los mártires no para hacer culto a la muerte, sino para celebrar la resurrección. Recuperamos el testimonio de tantas vidas generosas, que nos alientan a luchar para que haya vida y “vida en abundancia” para todos, enfrentando a los pocos pero poderosos que matan la vida de muchos. Y celebramos anticipadamente nuestra fe en la resurrección porque alentamos nuestra marcha en el amor y la esperanza, que nos hace vislumbrar la victoria sobre la muerte.

Cuando la justicia y la liberación no aparecen en el horizonte, la memoria de los mártires viene a interpelarnos sobre una tarea inconclusa y urgente. La de construir una sociedad fraterna, justa y libre, como signo del reinado de Dios.

No hacemos la apología de la sangre derramada. Somos partidarios de la sangre que se prolonga en la vida. Pero no desconocemos que el egoísmo genera la puja de intereses. Y la dura realidad del conflicto impone muchas veces asumir riesgos no queridos. “Tengo miedo, pero no puedo esconder el mensaje debajo de la cama”, dijo nuestro querido Pelado un mes y medio antes de que lo asesinaran en Punta de Los Llanos.

Los cristianos sabemos que asumir en serio los valores del evangelio intentando plasmarlos en un compromiso concreto para transformar la realidad, acarrea la persecución y el martirio, particularmente cuando se agudiza la resistencia a los cambios que reclaman el sufrimiento de los pobres.

Aceptar el desafío es sentirse impulsados por ese mismo Espíritu que en Pentecostés empujó a los que estaban encerrados en la pieza de su comunidad, venciendo el miedo, para meterse en el mundo cotidiano proclamando, como testigos, que “el agua es para todos, la tierra es para todos, el pan es para todos”, como predicaba nuestro mártir Angelelli, sabiendo “que esto puede afectar algunos intereses”.

Los mismos intereses que hoy siguen negando el agua, la tierra y el pan a tantos hermanos de nuestra extensa Argentina, provocando situaciones martiriales. Porque niegan la vida y provocan muerte.

Es el martirio que viven los pobres, predilectos de Jesús, ante el nuevo, cotidiano y permanente genocidio provocado por la idolatría del mercado, que exige cada vez más el sudor y la sangre de los desocupados, de los niños desnutridos, de los jubilados indigentes, de la juventud abandonada, de los empobrecidos de siempre.

Y junto a esto las consecuencias de la resistencia y la lucha, con represiones a las protestas populares con la cárcel y juicios a dirigentes sociales y sindicales, y con los asesinatos de obreros y desocupados en Corrientes, Cutral Có y Gral. Mosconi.

El martirio de ayer y de hoy nos convocan a continuar luchando para que el agua, la tierra y el pan, fuente de vida y dignidad, llegue en abundancia a la casa y a la mesa de los pobres, celebrando la resurrección.

Equipo Responsable

Tiempo Latinoamericano