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Tiempo Latinoamericano

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Editorial (Mayo 2003)

Resucitar es apostar a la Esperanza

Revista nº72 (Cliquee para ver/descargar)“Miremos el futuro con más optimismo, aunque existan sombras que nos hacen inclinar al miedo y al desaliento” (Mons. E. Angelelli, Mensaje Pascual, abril 1971).

La resurrección es para los cristianos una apuesta a la esperanza. No se trata de negar la muerte, sino de superarla. También en la vida cotidiana. La “pascua” de todos los días nos desafía para la superación. Quedar encerrados en las sombras, paralizarse por los miedos o aplastarse por el desaliento es quedarse en el camino de la muerte.

Las palabras de Mons. Angelelli no pasarían de ser una formulación teórica sino estuvieran refrendadas por su propia pascua. Con el sello martirial la convocatoria se convierte en mandato. No podemos, no debemos, no tenemos derecho a caer en el pesimismo ni en la indiferencia o el desaliento cuando está de por medio la vida concreta de tantos a quienes no les alcanza para vivir.

La distancia entre la vida y la muerte no admite medias tintas. Apostar es definirse involucrándose en la realidad.

-Ante las sombras de la guerra imperial, con su poderío y negocio armamentista, con el robo del petróleo y la masacre de niños, mujeres, ancianos, pretendiendo aplastar la dignidad del pueblo iraquí, APOSTAMOS al optimismo y la esperanza hecha protesta multitudinaria en todas las calles del mundo, y en el mismo suelo iraquí devastado, por la paz y en repudio a la invasión extranjera.

-Ante el desaliento argentino de un proceso electoral amañado que no quiso renovar todos los mandatos posibilitando el reacomodamiento político de los funcionales al poder económico, APOSTAMOS al debate sobre las formas de castigar las expresiones más rancias del neoliberalismo, que va junto a la búsqueda de propuestas para un cambio que más temprano que tarde llegará.

-Ante los miedos que se generalizan en una sociedad cada vez más insegura y violenta, fomentando las conductas individualistas y escapistas, APOSTAMOS al esfuerzo cotidiano de solidaridad de los más pobres, que no pudiendo emigrar, afrontan la realidad con iniciativas de sobrevivencia.

Es en esta urdimbre de optimismo, muchas veces subterránea, donde sigue aflorando la vida. Aquí está la resurrección cotidiana ante la muerte de todos los días. Esta es la Pascua del Pueblo, de los empobrecidos, que alimentan su esperanza no en el discurso evasivo ni en una espiritualidad etérea, sino en el ejercicio concreto de la solidaridad para hacer que el pan llegue a los estómagos vacíos.

Mirar el futuro con más optimismo, como nos invita Mons. Angelelli, es comprometerse con un presente que debe cambiar sí o sí, como el hecho mismo de la resurrección de Jesús. No con el simple voluntarismo, sino con una fe profunda en el triunfo de la vida, con el análisis responsable de las causas que generan las injusticias y una acción eficaz, persistente y contundente, que ayude a sumar fuerzas para que los pobres recuperen su lugar en la sociedad y sean incluidos en las decisiones políticas y económicas que aseguren condiciones de vida digna. No llegaremos a esto si los pobres y todas las víctimas de las políticas neoliberales no recuperan su palabra, que es lo mismo que decir ocupar el centro de la escena y ser protagonistas del propio destino. Por cierto que esto no es tarea fácil. Los grupos concentrados del poder económico y político no regalarán sus espacios de privilegios. Será necesario arrebatárselos con decisión, lucha y organización para hacer de la democracia una realidad, superando las formalidades en las que nos quieren arrinconar en cada contienda electoral.

Mirar el futuro con optimismo también es apostar a esa multitud de argentinos que, a pesar de no tener opciones claras, se volcó a las urnas para ratificar su vocación democrática, aún sabiendo de sus enormes limitaciones. Aunque esta democracia esté en deuda con las mayorías empobrecidas aprendimos que desde espacios democráticos es posible avanzar en el debate y en la organización de la sociedad para construir una nueva democracia.

El mandato pascual de vencer el miedo, en el que nos pueden arrinconar las sombras cotidianas, exige abrirse al diálogo y a la participación para recomponer y recuperar fuerzas y confiar en el valor de la acción comunitaria para resucitar en nueva vida y “vida en abundancia” (Jn. 10, 10), si es que queremos ser fieles al mandato de Jesús resucitado.

Equipo Responsable
Tiempo Latinoamericano